30.5.21

El método Kominsky, ¿ha sido un buen final?

Opinión con spoilers del final de El método Kominsky (Netflix), que acabó en la tercera temporada.


Chuck Lorre me daba miedo. ¿Otra Dos hombres y medio con jubiletas? Pero como me veo toda comedia que se me cruza en el camino le di una oportunidad a El método Kominsky, especialmente por sus protagonistas, Michael Douglas y Alan Arkin. Me entusiasmó. Hace años reivindicaba ficciones donde los mayores fueran los protas. Tras Grace y Frankie llegaron ellos. De la primera temporada hablé largo y tendido en el blog. De la segunda, tomé apuntes pero nunca llegué a compartir el contenido. No quiero que se me pase despedirme de Sandy y Norman, aunque sea brevemente.  

Para empezar, Lorre se encargó de no destrozar los corazones de los fans anunciando a bombo y platillo que Alan Arkin, de 87 años, no regresaba (en el poster, Sandy bebe su habitual Jack Daniels con Dr Pepper Zero y el Martini de Norman no tiene dueño). Es como si en Grace y Frankie, Lily Tomlin se quedase en casa. Pero no es lo mismo, porque es Kominsky el que aparece en el título. Así que Michael Douglas se hace dueño de su serie, que para eso también produce. Si en la segunda entrega su ex le pedía volver pero sin sexo y Sandy le pedía matrimonio, ahora Sandy se contenta con liarse con una vecina rusa prostituta. Aparece otra de sus ex, que es Kathleen Turner, pero para recordarle que la vida son dos días. Aquí no hay atracción que valga, no hay cenizas del amor pasado, solo un guiño interno, ya que la Turner coincidió con Douglas en Tras el corazón verde, como hizo también Danny DeVito, que apareció como médico en la primera temporada. Bob Odenkirk hizo de médico en la segunda, ahora en el final los cameos no llegan en el terreno personal sino en lo profesional, con Morgan Freeman y el director Barry Levinson, ambos haciendo de sí mismos. Por eso toma más peso Paul Reiser, el prometido de la hija de Sandy, que es un tipo que no se cuida, y más mayor de lo que Sandy quería para su hija. No hay bromas de próstatas, como en la segunda, pero sí regresa el chiste del coche nazi que conduce Sandy. Vaciles que ofenderán a los que huyen de lo políticamente correcto.

Es obvio que sin Alan Arkin la esencia de la serie (la de la extraña pareja) se pierde, esa amistad de 50 años forjada entre otras cosas por el amor de estos dos por el cine: uno como agente de actores, el otro como actor y profesor de interpretación. De ahí, que al final, aunque Norman nombra albacea a su amigo (un quebradero de cabeza para Sandy), en lo positivo le deja dinero (que Sandy regala a su hija) y lo mejor de todo: una recomendación al director Barry Levinson para que contrate a Sandy. Así es como el sueño de Sandy de regresar a la gran pantalla se hace realidad (con premio incluido que le entrega Jon Cryer, el prota de Dos hombres y medio, rizando el rizo). Si en la segunda entrega le decía al poli que le detenía que "70 años es mi edad en IMDb" ahora el actor se sigue quitando años (nunca afirma tener los 76 que tiene, algo que también disimulaba Jane Fonda en Grace y Frankie).

Regresan para ser la mosca cojonera, pues quieren su herencia, la hija de Norman Phoebe (Lisa Edelstein, House) y su nieto Robby (Haley Joel Osment, El sexto sentido). Aunque no hay drama que valga, sirve para reírse una vez más de los temas burocráticos tras un fallecimiento. La temporada comienza con el funeral de Norman, desarrolla el tema de la herencia y se dirige de lleno al futuro de Sandy como actor resucitado. También le mete caña a la Cienciología. En la segunda temporada Robby volvía con su familia porque se alejaba de la secta pero sigue mostrando evidentes secuelas. Morgan Freeman da clases en la escuela de Sandy, demostrando su veteranía, y tomando el relevo de Allison Janey (Mom), que apareció en la segunda. 

La tercera temporada no cuenta con el gran final que esperábamos para Norman, pues hay algún flashback en el primer episodio pero se pasa página para seguir los pasos de los vivos. Sandy consigue protagonizar El viejo y el mar, sí, y ver a su hija casada con alguien a quien quiere y con el dinero suficiente para despreocuparse de su futuro, pero sigue solo, aunque esto en realidad poco le importa. Sandy siempre ha sabido buscarse la vida y vivir cada día como si fuera el último. ¿Ha sido un buen final? No lo creo, no ha mantenido el nivel, pero ha sido muy emotivo despedirse de Sandy viéndole conseguir sus sueños.


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