Tampoco me gusta que sea un misterioso niño rubio (y mudo) el "enlace" entre los protagonistas, ni esa pareja interracial que se pasa tres pueblos cuando hablan sobre su relación amorosa ("¿no se habrá equivocado y en vez del Pierre estará en el Carlyle?", POR FAVOR, el Carlyle, qué dices, aquí hay nivelazo). El primer fallo de Falling Water es que se toma demasiado en serio y peca, en ocasiones, de pretenciosa, con esa voz en off como si estuviéramos en plena masterclass de Morgan Freeman y esos planos confusos que mezclan lo onírico con la realidad para hacernos la picha un lío. Por no hablar de la obsesión por el agua en cada secuencia.
En positivo he de decir que, a pesar de todo, he visto el piloto hasta el final. A mí, que me gustan también las series cifi chungueras, algo tiene Falling Water que podría llegar a engancharme. Por un lado, algunos de los personajes me parecen interesantes, como ese policía con una madre catatónica o esa coolhunter que cree tener un hijo (el niño éste que aparece y desaparece será la clave). Que un millonario quiera estudiar el fenómeno de la conexión onírica me parece muy de cómic, pero es realmente absurdo que se ponga a gritar sus experimentos top secret en medio de un anden de metro.
Qué clase el analista, oiga, con su Martini con aceitunas. Guiño Cócteles fuera de serie. |
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